La hija de esta señora deseaba desde muy an- tiguo un autógrafo de Goethe, lo que me hizo pensar que las dulces confituras moverían a Goe- the a escribir una poesía para mi joven amiga.
Fuí, pues, a verle, con el aspecto de un diplo- mático encargado de un negocio importante, y traté con él de potencia a potencia, exigiéndole, a cambio de las confituras, una poesía original autógrafa. Goethe se rió, acogió muy bien la bro- ma y me pidió en seguida los dulces y confites, que encontró excelentes. A las pocas horas recibí con gran sorpresa mía los siguientes versos, como regalo de Navidad, para mi amiga:
"País dichoso aquel donde los confites liegan a tanta perfección, s donde, para el mayor encanto del paladar, prudentes matronas se ocupan en prepararlos... etc., etc."
Cuando volví a verle me dijo, bromeando, que ahora podía sacar grandes beneficios de su pro- fesión de poeta, mientras que en su juventud no había podido hallar editor para el Götz. "Acepto su tratado de comercio-me dijo. Cuando haya terminado mis confituras no se olvide de pedir otras, que yo pagaré puntualmente mis letras de cambio poéticas."
Domingo 21 de diciembre de 1828.
La noche pasada tuve un sueño curioso, que le referí hoy a Goethe, quien le halló muy inte- resante. Me encontraba en una ciudad extran- Besana de espada