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que, a pesar de su juventud, su alma había pa- sado ya por todos los placeres, dolores y preocu- paciones: tan trabajado aparecía su rostro. Era un poco pálido, y tan atractivo, que no se saciaba uno de verle; traté de fijar bien sus rasgos para dibujarlos. Fausto iba a la derecha; Mefistófeles, entre nosotros dos, y recuerdo perfectamente que Fausto volvía su rostro expresivo y hermoso para hablar con Mefistófeles y conmigo. Ibamos por las calles, y la gente pasaba ante nosotros sin hacernos caso. Kilable: Phatcle Lan