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Página:Eckermann - Conversaciones con Goethe - Tomo III (1920).pdf/304

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recuerdo que el difunto gran duque, que conocía mi repugnancia contra los manicomios, quiso in- troducirme, por astucia y sorpresa, en uno de ellos. Pero me di cuenta a tiempo y dije que no sentía la menor necesidad de ver a los locos en- cerrados, pues tenía bastante con los que anda- ban sueltos. Si fuera necesario, acompañaría a su alteza-le dije-hasta el infierno, pero no a un manicomio.

"¡Oh, cómo me divertiría manipulando a mi capricho los treinta y nueve artículos y llenando de asombro a la multitud sencilla!" "Eso podía usted hacerlo-le dije-sin nece- sidad de ser obispo."

"No-replicó Goethe-. En ese caso me calla- ría; para mentir de ese modo hay que estar muy bien pagado. Sin la esperanza de la mitra epis- copal y de las treinta mil libras anuales no lo haría. Además, he hecho ya un ensayito en este género. Cuando tenía diez y seis años escribí una poesía ditirámbica a la bajada a los infier- nos de Cristo, que llegó hasta imprimirse, aun- que no a ser conocida, y que cayó estos días en mis manos. La poesía está llena de necedad or- todoxa y me servirá de pase para entrar en el cielo. ¿No es verdad, Riemer, que usted la co- noce?"

"No, excelencia-replicó Riemer-, no la co- nozco. Pero recuerdo que a los pocos años de lle- gar yo aquí, estando usted muy enfermo, en su delirio comenzó a recitar de pronto los más her- Hostess PicksIS CENSIN