muy pronto la conversación de su madre y la se- ñora von Reck, que las había impulsado a hacer mi conquista, lo que tan dichosamente habían conseguido."
Recuerdo a este propósito una anécdota que Goethe me refirió antes que ésta, pero que puede tener cabida aquí.
"En una ocasión-me dijo-fuí a pasear hacia el anochecer con un conocido al jardín de palacio, cuando inesperadamente vimos, al extremo de la avenida, a otras dos personas de nuestro círculo que iban conversando tranquilamente. No pue- do decirle el nombre del caballero ni el de la dama, pero nada importa. Iban, pues, conversan- do tranquilamente, cuando de pronto sus cabezas se inclinaron buscándose y se dieron un beso apa- sionado. A continuación volvieron a adoptar su anterior continente y siguieron hablando con mu- cha seriedad, como si no hubiera ocurrido nada. "¿Ha visto usted?-exclamó lleno de asombro mi amigo. ¿Puedo creer a mis ojos?" "Lo he visto -respondí tranquilamente, pero no lo creo."
Lunes 2 de agosto de 1831. *
Hablamos de la metamorfosis de las plantas
y particularmente de la teoría de la Simetría, de
Decandolle, que Goethe considera mera ilusión.
"La Naturaleza-añadió-no se entrega a to-
dos. Obra con muchos como una muchacha co-