mar. La obra que se les exige para admitirlos en el gremio no es una encuadernación bonita del más modemo gusto. Ni mucho menos: tie- nen que seguir encuadernando en folio una bi- blia bien gruesa, a la moda de hace dos o tres siglos, con groseras tapas y en fuerte cuero. El trabajo es absurdo. Pero lo pasaría mal el pobre artesano que sostuviese que sus jueces eran gen- te estúpida."
Viernes 24 de octubre de 1823. *
Por la noche, en casa de Goethe. Madame Szy- manowska, a quien conoció este verano en Ma- rienbad, fantasea sobre el piano. Goethe la es- cucha abstraído, y en ocasiones parece muy ex- citado y conmovido.
Martes 11 de noviembre de 1823. *
Pequeña reunión de noche en casa de Goethe, que vuelve a encontrarse enfermo desde hace tiempo. Tiene los pies envueltos en una manta de lana, que, desde la campaña de la Champa- gne, lo acompaña a todas partes. A propósito de esta manta nos refirió una anécdota del año 1806. Los franceses. habían ocupado Jena, y el capellán de un regimiento francés buscaba paños para cubrir su altar. "Le habían dado un trozo de tela de un bello color carmesí; pero no le parecía Eness My.co. Exp