por su propio genio: ¡Insensatos! ¡Como si esto fuera posible! ¡Y como si el mundo no se apro- ximase a ellos, en cada uno de sus pasos, para ha- cer algo de ellos, a pesar de su estupidez! Más aún: afirmo que un artista semejante, aunque no hiciera más que pasar las miradas rápidamente por las paredes de una habitación donde estuvie- sen colgados los dibujos de algunos grandes maes- tros, si tenía algún genio, habría de partir de su influencia para hacer luego algo distinto y mejor.
"¿Y qué es lo que hay de bueno en nosotros sino la fuerza y la inclinación de atraer a nos- otros los medios del mundo exterior y hacerlos servir a nuestros fines elevados? Puedo hablar de mí mismo y decir modestamente lo que siento; es verdad que durante mi larga vida he hecho algu nas cosas buenas, de las que pudiera vanagloriar- me. Pero si he de hablar sinceramente, lo propia- mente mío no era otra cosa sino la facultad e in- clinación de ver y oír, de distinguir y elegir, y animar lo visto y oído con algún espíritu, y re- producirlo con alguna habilidad. Mi obra no la debo sólo a mi propia sabiduría, sino a miles de perso- nas y cosas fuera de mí, que me ofrecieron el ma- terial. Pasaban por delante de mí insensatos y sa- bios, cabezas despejadas y limitadas, la infancia, la juventud y la edad madura; todas ellas me iban diciendo sus inclinaciones, sus pensamientos, su género de vida y actividad y las experiencias que habían reunido, y yo no hacía otra cosa sino reco- ger y cosechar lo que otros habían sembrado.
Ben Nackte España