el siglo xvii data cierta memoria redactada por Leibnitz y elevada á Luis XIV sugiriéndole la idea de apoderarse de Egipto. Bonaparte obtuvo del Directorio la más completa aprobación respecto del plan que concibiera, y cuyo objetivo consistía en cortar el vuelo al poder de Inglaterra, cada dia creciente, poder que, según cuidó de advertir, de ningún modo podía atacarse con más esperanza de éxito, que llevando las armas al suelo del África, toda vez que dueña Francia del valle del Nilo, no habia de serle difícil cerrar los caminos seguidos por el comercio inglés, y extender su brazo hasta la India. No hay para qué encarecer todo el atractivo que habia de tener para el joven y entusiasta general tan desusada y atrevida empresa. Cuéntase que antes de que la prevenida flota abandonara la rada de Tolon en mayo de 1798, habia sostenido que las grandes reputaciones sólo en Oriente pueden formarse. ¿Era la Europa lugar demasiado estrecho para su ilimitada ambición? ¿Pensaba acaso en aquella majestuosa figura de Alejandro, cuyos altos hechos viven aún en la memoria, lo mismo de Oriente que de Occidente? Sin duda alguna; pues sólo al héroe macedonio podía proponerse como modelo, al organizar, para que acompañara al ejército que marchaba al Egipto, aquel cuerpo de sabios