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Página:Egipto - Tomo II (Georg Ebers).djvu/19

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REJUVENECIMIENTO DE EGIPTO tuvo que abandonarla en virtud de las reclamaciones de la diplomacia europea. Al cabo de cuatro años, y terminada la lucha que la Turquía sostuviera contra la Rusia, juzgo su padre que habla llegado el momento de conquistar la independencia absoluta y rechazar la sobe- ranía de la Puerta. Para ello aprovechó la primera coyuntura que se le vino á la mano, sirviendo de pretexto para la guerra una reclamación insignificante. Ibrahim se hizo dueño de la mayor parte del Asia anterior, de suerte que después de la gran victoria decisiva de Nisibi. obtenida en 1839, en la cual tomó parte el general de Moltke, habría entregado a su padre el trono del sultán, si las potencias europeas, y especialmente Inglaterra, no hubiesen intervenido segunda vez, obligando á Mehemet-Alí á que se diera por satisfecho con el

MUCHACHO JARDINERO

firman de 1841, en cuya virtud la Puerta le decla- raba príncipe hereditario de Egipto, concediéndole además otros derechos no menos importantes. Con todo, semejante tratado contenia diferentes restric- ciones sumamente embarazosas ; pero al fin en su mayor parte fueron suprimidas en el reinado del jetife Ismail. Mehemet-Alí, postrado por los años, entregó en 1848 el gobierno á su hijo Ibrahim, y murió en el año siguiente en su palacio de Shoubrah, después ele haber nombrado heredero á su hijo Halim-bajá. Los jardines de esa magnífica mansión constituyen al presente uno de los paseos favoritos, no sólo de los habitantes del Cairo, sino también de los extran- jeros que residen en la ciudad de las pirámides, ofreciendo uno de los más agradables pasatiempos, y al par una grata distracción, durante los meses de estío, á la caída de la tarde, el espectáculo que brinda la elegante sociedad europea, confundiéndose á la sombra de árboles frondosísimos de raras especies, con las familias más distinguidas de la sociedad africana. Los carruajes de alquiler y las lujosas carretelas que colman la célebre avenida de Shoubrah, harían olvidar que el extranjero se halla en un país ocupado por un pueblo oriental, sin los Sais que, montados en sus corceles ó á pié, marchan delante de los vehículos, según hemos tenido ocasión de indicar hablando de las calles del Cairo. Preciso se hace, sin embargo, decir algo de los coches cerrados, siquiera por la calidad de las personas que los ocupan . que por punto general son las más famosas bellezas de los harems aristo- cráticos. Delante de tales carruajes, y abriendo paso á los mismos, suelen marchar algunos eunucos, viéndose otro generalmente sentado junto al cochero, que fulmina tremendas miradas á los europeos que á pié, á caballo ó jinetes sobre pacíficos y graciosos jumentillos se deslizan junto á las portezuelas, con el propósito de alcanzar una fugitiva mirada siquiera,