anos juzgaríamos cuantos es- fuerzos hiciéramos para que comprendiera el lector lo que en el presente capítulo nos proponemos, sin seguir á la letra la norma que se consig- na en las siguientes palabras: ¿Queréis conocer á fondo el carácter de un pueblo? Asociaos á sus regocijos; observadle durante sus diversiones; estudiadlo en su vida pública y en su vida privada, en sus dias de júbilo y en sus horas de tristeza. Es el con- sejo tan sensato, que en nuestro concepto no deberían olvidarlo un solo momento los que estudian la vida popular, con el propósito de describir la especial manera de ser y las rela- ciones sociales de los pueblos de Oriente; sobre todo teniendo en cuenta que el extran- jero, por lo mismo que profesa distinta reli- gión, difícilmente tiene acceso en el interior de la casa, y por lo mismo ménos aún en el seno de la familia. Durante los regocijos públicos la calle se convierte, si así podemos decirlo, en verdadera sala de fiesta y por lo tanto la vida íntima de la casa oriental se traslada en cierto modo al exterior. Para tomar parte en ella y sacar de la misma el apetecido provecho no se requiere título alguno; basta con tener ojos para ver, oidos para escuchar y piés robustos
EGIPTO, TOMO II.