mos que se nos conduzca para disponer los trajes de ceremonia, nos ponemos en movimiento y que nos echen galgos.
Las muchachas asintieron á la proposición; pero Benjamín se resistía porque la fuga le privaba del secreto de la inmortalidad tan codiciado. Sin embargo, no tardó en avenirse aparentemente, pues abrigaba el proyecto que más tarde se verá.
Entre tanto el emperador organizaba con su ministro la manera de desembarazarse de los embaucadores, en cuanto la autoridad del jefe de la familia (tan ineludible en China para el matrimonio) le concediese el honor á que aspiraba.
El ritual chino prescribe que la novia quede en su casa hasta que la comitiva nupcial vaya en su busca para transportarla á la del marido. Determinóse, pues, que los viajeros volviesen á su morada de donde al día siguiente por la noche iría á sacarla el cortejo imperial.
Despidiéronse todos de Hien-ti y de su ministro; y,