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Página:El Anacronópete - Viaje á China-Metempsícosis (1887).pdf/174

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enrique gaspar

lacio, rodeado de la guardia pretoriana; y, precedido de seis lictores que vestidos con el sagum descansaban los fasces sobre el hombro izquierdo mientras con la virga en la opuesta mano separaban los grupos:

—AL foro, dijo—y tomó el camino de las asambleas generales seguido de la multitud que tras él continuaba vociferando:

—¡Panem et circenses!...

En aquel santuario de la opinión pública, una representación verbal le fué elevada en nombre de todos los ciudadanos de Pompeya.

—¿Sabéis—arguyó—que las leyes lo prohiben?

—Entiende tú—repuso el tribuno que llevaba la voz —que si se enerva el pueblo en la molicie, el día de la lucha no tendrá fuerzas para abrir las puertas del templo de Jano.

—¡No más quadriga!...

—No más disco.

—¡Luchadores!...—fué el grito unánime.

Y como la exasperación amenazara convertirse en motín, el Prefecto les concedió los andabates que, peleando con una venda en los ojos ó cubiertos con una armadura, ofrecían menos riesgo.

—No: ¡gladiadores!—repitió la turba.

Y el demandado fingiendo doblegarse á las circunstancias, asintió á los clamores de la plebe; pero como la debilidad de parte de la fuerza es la señal del abuso en el oprimido:

—¡Bestiarios!—prorrumpieron unos pocos; lo que no tardó en hacerse el eco general. Y de concesión en concesión, los pompeyanos consiguieron que les restituyesen no sólo los laquearios (que por un lazo escurridizo tirado con destreza procuraban detener y cazar á los adversarios) y los retiarios que, con una mano armada de un tridente y llevando en la otra una red, envolvían con ella á su antagonista para darle muerte una vez vencido, sino el repugnante espectá-