constituían la base de la sociedad? ¡Si yo pudiese retrogradar en los siglos!
—¡Ojalá Dios! contestaba Benjamín haciéndole el dúo. De ese modo podríamos caer sobre China en el imperio de Hien-ti y aclarar ese enigma iniciado por la momia, para cuya interpretación he leído inútilmente cuantos historiógrafos han escrito sobre los sectarios de Confucio y Mencio.
Esta idea predominante en ambos llegó á tomar en ellos las proporciones de una monomanía. El políglota soñaba en chino y su colega se pasaba la existencia extrayendo aire de los recipientes con la máquina neumática, para su análisis y descomposición. Pero todo fué inútil hasta que la Providencia—que quiso en este caso como en la mayor parte de los descubrimientos, disfrazarse de casualidad—vino inesperadamente en su ayuda.
Cierta tarde en que el nuevo don Bartolo, impulsado por sus celos penetró de puntillas en la cocina con el fin de sorprender á las palomas, que huyendo del gavilán se refugiaban casi siempre en el fogón, halló á Juanita deletreando una carta de Pendencia, que ella se guardó precipitadamente donde sabía que don Sindulfo no se la había de coger.
—¿Qué estás haciendo?—le preguntó.
—Instruyéndome—le dijo ella sin inmutarse.
—Más valdría que te entretuvieses en limpiar la chimenea que tiene un palmo de hollín y un regimiento de telarañas.
—Y la creación entera encontrará usted ahí. Eso es la obra del tiempo. Si puede que desde que usted ha nacido no le hayan pasado un escobón.
Don Sindulfo, que tenía un cuchillo á mano, lo blandió con ánimo sin duda de cometer un homicidio; pero deteniéndose oportunamente se puso á rascar con él la campana del hogar como para paliar su arrebato.