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Página:El Angel de la Sombra.djvu/22

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LEOPOLDO LUGONES

tu costumbre de no contrariar jamás de palabra. Pero conviene pensar más lo que se dice. A qué vino ese "pronto"?... Te aseguro que me dió una rabia! Porque, veamos: a ti qué te importa?

—Pero nada, por Dios! Lo dije pensando en algo que está a mil leguas de tus escrúpulos...

—Pensando en algo?... Y en qué?

—En que Suárez Vallejo podría quizás enseñarme, enseñarnos, si te parece, la dicción que nos falta.

—Lo dices porque sabes que suele ocuparse en preparar alumnos reprobados?

—No, no lo sabía; pero tanto mejor, entonces. Así no te mortificará ya mi proyecto.

—Como proyecto, no; aunque el profesor no me gusta. Es demasiado joven.

—Pero qué edad tendrá?—intervino la señora.

—No sé, mamá... Veintiocho a treinta años...

—Treinta años, no es decir un jovencito, Efraim. Y Suárez Vallejo me parece, además, un mozo serio, instruído.

—Como serio y culto, lo es. Ya te he dicho que pasa francés a varios alumnos libres, para ayudarse. Porque es muy pobre. Y muy altivo.

—Eso se le advierte. Con lo que me parece más oportuna la idea de tu hermana. Siempre le convendrá a ese joven una lección cómoda y bien retribuída.

—No sé si aceptará; porque es muy distinto, siendo amigo de la casa. Además, no me encargaría yo de verlo. Y francamente preferiría a M. Dubard...

—Pero si el pobre M. Dubard, compadeció la