andaba.... que andaba... Bueno, que tal vez le faltaría para regalar unas flores... Y yo supe que le había ido mal en las carreras.... Entonces...
—¡Magnífico! Entonces tú te entregaste al derroche en mi lugar, como un potentado.
—No, don Carlos, no. No fué por ponerme en su lugar. No fué, señor, ni tiene importancia. Poco es lo que eso me cuesta. Yo tengo un crédito a plazos con aquel jardinero... —usted se ha de acordar—Giacomo Sassone, que es casado con una parienta mía...
Suárez Vallejo echóse a reír ante la serie de galantes compromisos que ese crédito suponía; mas casi al punto lo inquietó una sospecha:
—Y a quién le llevaste el ramo?
—A quien iba a ser, pues... A la niña... A su novia...
El joven se exaltó con indignada alarma:
—Qué barbaridades son las que estás ensartando? De dónde sacas eso? ¡A que has ido a decir allá...
Blas retrocedió un poco: y confuso, pero convencido:
—De dónde quiere que saque... Pero uno comprende, pues, señor...
—¡Te advierto, pedazo de imbécil, que esa niña no es mi novia!
Bajó la cabeza, y blanqueando ojos y dientes con humilde malicia:
—Cómo no va a ser... Si es tan linda y tan valiente!...
En lo recóndito de su alma, Suárez Vallejo va-