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vamos perdiendo, una en pos de otra, nuestras ricas colonias de América, y el pensamiento tradicional de nuestra misión en África se encuentra representado por algún presidio ó alguna plaza que de poco nos sirve; y si se levanta un hombre de patriotismo y de elevación que recuerde el temple varonil del ilustre Cisneros, ese hombre tiene que morir lejos de la patria, llena el alma de amargura, poco querido de la muchedumbre, y odiado de los mismos Reyes que más de una vez debieron á su esfuerzo la corona que después nadie pudo conservar sobre sus sienes.


XLVII.

Cuando Cisneros volvió á España después de la expedición de Orán, huyó de todas las ovaciones con que se le quiso obsequiar, y ni se presentó en Valladolid, donde le esperaba la Corte, ni en Alcalá quiso autorizar el recibimiento entusiasta que se le habia preparado. Tres dias estuvo recogido, huyendo de las gentes que acudian á felicitarle y dando gracias á Dios en el oratorio, en donde diariamente pasaba dos horas, oyéndosele exclamar con frecuencia: Domine, non est exaltatum cor meum, neque elati sunt occuli mei [1].

No era el ilustre Cardenal como esos héroes postizos que en todos tiempos han procurado, aprovechar en beneficio de su popularidad el entusiasmo ó el frenesí del pueblo por una causa que ellos creen representar, y por la que, si bien se mira, han hecho escasos ó ningún sacrificio. Los hombres que, como Cisneros, viven con su conciencia y para la posteridad, dan poca importancia á esas ruidosas manifestaciones que ciegan y embriagan á los ídolos de un día. Por eso se dirigió desde luego á su querida residencia del Henares y se oscureció voluntariamente, aprovechando aquellos ocios para acabar su célebre Universidad y emprender otros trabajos que debían también inmortalizar su nombre, y á los cuales es hora ya de que consagremos con especialidad nuestra atención, como que tuvieron una grande influencia en las glorias y en los progresos literarios de nuestra pátria en aquel siglo y siguientes.

  1. Señor, mi corazón no se ha ensoberbecido, ni mis ojos se han levantado con arrogancia.