Página:El Cardenal Cisneros (10).djvu/20

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enardecer á los rebeldes, de suyo díscolos y bulliciosos, como gente meridional.

Cisneros no quiso dejar impune este atentado, con tanto más motivo, cuanto que los Malagueños, de ruin condicion, á la sombra del motin que todo lo encubre, habian cometido excesos de todo linaje, abriendo las cárceles, menospreciando los tribunales, maltratando sus jueces y atreviéndose como á desafiar á Cisneros, creyendo contar, por supuesto, con la impunidad, gracias á las cartas que hablan recibido de Flándes. Símbolo de su osadía en aquel tiempo, era un cañon mónstruo, que construyeron con el metal que hombres y mujeres á porfia se apresuraron á entregar á la junta rebelde, sobre cuyo cañon se leian estas palabras: por la defensa de la Ciudad de Málaga.

Dispuso Cisneros que D. Antonio de la Cueva, soldado de gran autoridad, reuniese 6.000 infantes y 400 caballos de las milicias recientemente alistadas en el Reino de Granada, y se adelantase con todo apresuramiento con este ejército hacia la ciudad rebelde, tomándola de grado ó por fuerza, restableciendo la autoridad del Almirantazgo y castigando ejemplarmente á los jefes del motin. Los Malagueños, fanfarrones por demás cuando no tenian quien se opusiese á sus demasías, empezaron á temblar; pidieron misericordia y enviaron á la Cueva parlamentarios, para que le suplicasen «hasta de rodillas» que no arruinase una ciudad que era entonces presa de las turbas más desenfrenadas. El general, así solicitado, manifestó que no podia retardar el cumplimiento de las órdenes que tenia, y envió un correo extraordinario á Madrid para recibir instrucciones definitivas. Cisneros no fué ciertamente cruel en las que dio; mandó á la Cueva que siguiese hasta Málaga, que invitase á sus habitantes á rendirse á discrecion y que concediese una amnistía general después de castigar á los autores de la sedicion (cinco eran los cabezas de motin) con la pena á que se habian hecho acreedores.

Buena muestra dieron de sí las milicias del Reino que se juntaron é hicieron las primeras armas en esta ocasíón. Málaga se rindió cuando tuvo noticia que se aproximaban en son de guerra á sus muros: al llegar la Cueva á Antequera salieron ya á buscarle para pedir gracia los emisarios de los sediciosos, y no se habria necesitado de esta demostracion guerrera, concluyendo antes el motin, si no lo hubieran alentado desde Flándes imprudentísimas