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Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/32

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Cisneros cartas del Rey para dichos señores en que se les venia á suplicar que ayudasen en su obra al Regente, puesto que éste era el interés del Príncipe. Demás está decir que Cisneros no entregó estas cartas y que se rió del miedo de los Flamencos, quienes no comprendían que teniendo razón, en caso alguno es conveniente suponer que haya quien pueda resistir, pues esta creencia da orígen á timideces en los Gobiernos que enervan su acción al paso que alientan y embravecen á los que tienen enfrente como enemigos.

No ménos energía manifestó Cisneros cuando el tenaz D. Pedro Girón, creyéndole medio muerto en el convento de Aguilera é incapaz de resistir, se apoderó de nuevo del Ducado de Medinasidonia. Cisneros acudió á su recurso de siempre, á las milicias, que tan buen resultado le hablan dado contra todos, y mandó al Conde de Luna, Gobernador de Sevilla, que á toda costa persiguiese á Girón y se apoderase de él vivo ó muerto. Mal lo habria pasado esta vez el hijo del Conde de Ureña, pues Cisneros queria castigar ejemplarmente sus reincidentes rebeldías, si no hubiera depuesto prontamente las armas y trabajado grandemente su padre para obtener su perdon en los momentos de la llegada del Príncipe.

Ya una vez D. Cárlos en España, que llegó á las costas de Asturias y desembarcó cerca de Villaviciosa á mediados de Setiembre de aquel año (1517), todo el mundo queria ser el primero en saludarle como para recojer las primicias de su poder, según es costumbre, y el Consejo de Estado deseaba adelantarse también, movido por D. Antonio Rojas, Arzobispo de Granada y su Presidente, que siempre en secreto hostilizaba á Cisneros. Este, que se distinguía por su previsión, enseñó al Arzobispo y demás Consejeros cartas de D. Cárlos en que se les prevenía que no se separasen del lado del Regente hasta que mandase el Príncipe lo que se hubiese de hacer; pero siguiendo en sus propósitos Rojas y casi todos sus compañeros que dijeron al Cardenal que este no era tiempo de recibir órdenes suyas, escribió con grande energía al Rey contra esta especie de rebeldía, diciendo respecto de Rojas y de los demás «que si su Alteza no fuera venido que yo lo castigara como fuera menester y antes de tres dias pusiera consejo nuevo, como convenia al servicio de su Alteza y que por aqui puede ver la vida que con ellos he tenido todo el tiempo pasado.» El Arzobispo y compañeros recibieron en el camino orden de retroceder y de esperar en Aranda al lado del Cardenal ó en el punto á que éste se dirigiese.