de instruir solidarizando los vínculos entre las diversas clases sociales, uniformando la orientación educativa".
No admitía el argumento que se suele oponer: la libertad de enseñanza, y sostenía que ésta respeta las convicciones de los padres pero no las necesidades, los derechos del hijo, siendo uno de éstos el de recibir una educación que no fuese "fosilización de prejuicios". Confiaba en esa acción niveladora de la educación absolutamente común; creía INTRODUCCIÓN y es éste a nuestro juicio un generoso error que bastarían estas horas pasadas en común, en el grato ambiente de la escuela, para borrar los antagonismos de clase, nacidos, para ella, más del desconocimiento que reina entre los hombres, que de las diferencias sociales.
Sin dejar de reconocer la influencia moral que puede derivar de la acción de la escuela del Estado, igual para todos, creemos que este antagonismo de clase antes nace de las condiciones económicas que de la mutua ignorancia que separa los hombres y que subsistirá mientras razones poderosas de interés alejen los productores y los que no lo son.
Libre la educación de toda idea religiosa, como condenatoria de la vida en la doctrina del pecado original, cuál ha de ser la línea directriz? Buscare nos todo lo que favorece la vida; y lo dice Raquel Camaña con frases que parecen escapadas de la pluma de Guyau:
"¡Sí! la elección de la vida, entre aquello que la propaga y la robustece y aquello que la amengua y desvirtúa, no puede ser dudosa; lo bueno, lo justo, lo verdadero es lo favorable a la vida; lo malo, lo injusto, lo falso, lo que a ella se opone.
Y al preguntarse Reyles si cabe una concepción religiosa de la vida semejante al ideal cristiano o una ilusión neo—romántica que surja del descreimiento como la pintada mariposa del gusano vil, me atrevo a respon-