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Página:El Dilettantismo sentimental.djvu/45

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El Dilettantismo sentimental

yo le facilité, Carlota buscaba tan sólo algo de mí mismo, mi manera de sentir y de pensar, como lo demostraban sus ingenuas y apasionadas preguntas".

Pero, bien a pesar suyo, la gracia ingenua de Carlota penetraba en el Discípulo y "el animal impuro, injertado en mí sobre el animal pensante, despertó".

Desapareciendo la idea fija bajo la ola afiebrada del deseo, renació en Roberto la abulia, la impotencia de actuar, la timidez.

Señalemos ese otro rasgo característico del dilettantismo sentimental: la incapacidad de amar, la falta de síntesis mental para vivir en el sentido fijado por un sentimiento o por una pasión. Roberto Greslou, envenenado por sus propias quimeras metafísicas, comienza a sentirse paralizado entre la vida que le invita a amar y a vivir, y su enfermedad del análisis que le aparta de la vida misma. El que se acostumbra a jugar con sus propios sentimientos, o con los ajenos, lo que es peor, sin duda—acaba por forjar su propia infelicidad y por destruir la felicidad de los demás.

Con la aparición del deseo coincidió la llegada de la primavera. Nueva vida se infiltró en Roberto:

"Sentí que el hielo de mis ideas abstractas se fundía". El amor era, para ese pobre ser desequilibrado, la salvación a condición de que se entregara a él sanamente, de que no lo envenenara con sus locas paradojas. Un día, en medio del resurgimiento primaveral, la declaración de su amor brotó espontánea ante Carlota, muda de asombro y de dolor.

La joven amaba a un Roberto, que ella había forjado de acuerdo con lo que el Discípulo fingía, con la interpretación y comentarios de las lecturas que ambos hacían y, sobre todo, de acuerdo con ella misma, con su ingénita bondad, que tenía todo lo que