porque la vida es ideación realizada. "Ser es luchar, vivir es vencer", según la fórmula de Le Dantec, porque la esencia de la vida es el ejercicio de la fuerza.
Y la vida, como el fuego, no se conserva, sino comunicándola, nos enseña Guyau el angélico, quien agrega: "El elemento activo de la conducta es la expansión de la vida: la superioridad del espíritu se basa en que éste realiza el máximum de intensidad extensiva, de fuerza dominante".
Los pseudoegoístas, aquellos que alimentan la mentira vital de que desarrollando exclusivamente el yo acrecientan su fuerza, —el verdadero egoísmo es la mayor virtud encerrados en sí mismos, aíslanse, disminuyendo la propia energía al cegar la fuente del recambio eterno. Ese individualismo mal entendido es causa de debilidad; el pensamiento solitario del asceta está en capilla: fuerza siempre replegada en sí misma, contra sí misma, se aniquila.
Rousseau y Nietzsche, en sus ideas fundamentales, encarnan, el primero, la filosofía utópica de la ilusión vital, utopía que fué necesaria, en el lema de amor, de igualdad, de fraternidad universal que todo lo nivela, ilusa pero genial tentativa por acordar la realidad externa con la fantasmagoría interna y el segundo, Nietzsche, encarna la humana filosofía del ideal en su ley de esfuerzo, de desigualdad, de lucha; en su desconfianza hacia la facultad de conocer que destruye lo que el instinto vital construye, expresada plásticamente en el aforismo: el cuerpo se crea el espíritu como una, mano de su voluntad, completado con este otro tan bello, pero más consolador:
imprimir al devenir el carácter del ser, he ahí el más alto grado de voluntad de potencia.
Verdad en la que germina la del arribo del superhombre por consciente y voluntaria creación interna, así como en la verdad primera está expreso el determinismo externo.
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