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Página:El Diputado Bernardo Ohiggins en el Congreso de 1811.djvu/56

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Biblioteca del Congreso Nacional de Chile — 58

Martínez de Rozas y a O’Higgins [1]: “eran hombres ardorosos y resueltos, sobresalían algunos de ellos entre todos los miembros del congreso por su mayor ilustración adquirida en el estudio y en los viajes, y por la solidez de sus principios [aspiraban] a un cambio radical y completo en la situación de la colonia” [2]. Los patriotas moderados: “hombres en su mayor parte de sanos propósitos, prestigiosos algunos de ellos por su posición y su fortuna, pero de principios menos acentuados, y también mucho menos resueltos que los radicales” [3]. Por último, los españoles o sarracenos eran los defensores del antiguo régimen.

Lo que sucedió en Los Ángeles es paradigmático respecto a como se dieron las cosas en todo el reino. El Comandante Militar de los Ángeles, Pedro José Benavente, apoyó al bando radical que postulaba a Bernardo O’Higgins como diputado propietario y a un hijo suyo, José María Benavente, de veintisiete años, como suplente. Coincidentemente, Agustín Eyzaguirre, moderado de Santiago, escribía a Juan Ruiz, miembro de una familia principal de la zona, animándolo para que apoyara a Francisco Cisternas, personaje santiaguino de ideas moderadas.

En algún momento se detuvo el proceso eleccionario en Los Ángeles por las dudas que surgieron sobre cuántos y quiénes debían ser los electores. O’Higgins envió una carta al candidato para Diputado suplente que lo acompañaba, incluyendo una traducción del artículo 3°, sección 1ª de la Constitución de los Estados Unidos que trataba sobre la materia [4].

En definitiva, fueron elegidos por aclamación, el 10 de enero de 1811, “el maestre de campo Bernardo O’Higgins Riquelme —como diputado—, [y] el capitán de milicias de caballería José María Benavente Bustamante” [5], como su suplente.

La villa de Los Ángeles les confirió sus poderes según el siguiente documento:


“Que habiéndose instalado en la capital de Santiago de este reino una Junta Provisional Guber nativa, de resultas de las desg raciadas ocurrencias de la Península, y con el objeto de precaver el riesgo en que se hallaba esta importante porción de la España americana de ser separada de la dominación de su amado soberano el señor don Fernando VII, o por sorpresa o por intriga, y debiendo preceder el consentimiento universal de un modo auténtico que no pudo realizarse por las circunstancias del tiempo que imposibilitaron la reunión de los pueblos o sus representantes, debiendo sancionarse por ellos,
  1. El historiador Crescente Errázuriz explica de este modo uno de los fundamentos ideológicos para el distanciamiento de muchos de los que abrazaban la causa revolucionaria respecto de Juan Martínez de Rozas, sintiéndose más cercanos a Juan Antonio Ovalle. “Ese recelo —dice— habíase necesariamente de aumentar, si, como Rozas y Rojas, los promotores de las nuevas ideas se manifestaban al propio tiempo discípulos y admiradores de los enciclopedistas ir religiosos”. La crónica de 1810, En: Revista Chilena de Historia y Geografía, Año III, Tomo V, 1er. trimestre de 1913, N° 9 (pp. 20-36), pp. 33 -35.
  2. Barros Arana. op. cit. Tomo VIII, pp. 392-393.
  3. Ibíd., p.393.
  4. Valencia, “Pensamiento de O’Higgins...”, op. cit., pp. 111 -112.
  5. Sesiones de los Cuerpos Legislativos, op. cit. Tomo I, pp. 25-26.