completa su razon son los que ocupan los manicomios. Y quién os ha dicho que esteis loco? continuó en alto y dirigiéndose al maníaco.
—¿Quién me lo ha dicho? Nuestros guardianes que lo estan repitiendo siempre. A nosotros no se nos trata con tanto cumplido como allá en su tierra de V.: nos tienen encerrados y en completa comunicacion, en unas habitaciones húmedas y hediondas; nuestra cama es una poco de paja; no tenemos salas de estudio, ni patios, ni jardines; comemos como las fieras cada uno en su rincon, y cuando la miseria y los malos tratamientos acaban de trastornar nuestro juicio, nos encierran en una jaula, ó nos atan como á perros con un collar y una cadena.
—¿Y lo permite el médico director de la casa?
—Nosotros no tenemos médico director: son muchos los que nos dirigen; pero ninguno es mé dico ni loco, que si lo fueran, cuidarian mas de nosotros.
—¡Esto es imposible! ¿á mediados del siglo diez y nueve existe una casa de enfermos de vuestra clase sin estar dirigida por un profesor celoso, que dedique toda su vida á mejorar la triste condicion de los que han de ir á ella por necesidad?
—Aunque muchas veces me han dicho que soy loco, esto es una mentira y prueba de ser cierto lo que digo es que en los años que llevo de encierro, todavía no me he vuelto furioso; verdad es que, como soy pacífico, salgo de cuando en cuan-