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Pasemos á los estudios de la Península. Despues de haber invertido un padre sumas considerables durante cuatro ó cinco años, y cuando su hijo ha concluido la Filosofía, es preciso, si se dedica á la Jurisprudencia ó á la Medicina, que continue sus estudios en la Península; sobrevienen nuevos y grandes gastos para la familia, pero el cariño paternal todo lo allana, y al cabo de un par de meses se halla en Madrid, Barcelona ó Cádiz el aspirante al Bachillerato en Filosofía. Preséntase en la Universidad provisto de todos sus documentos; el Secretario los examina, y á cada párrafo, á cada punto, á cada frase menea la cabeza de un modo harto significativo para el pretendiente; porque en él puede comprenderse la respuesta que á mí me dieron el dia de aquel primer fallo.» «No hay americano que traiga sus papeles en regla, y que haya estudiado todo lo que previene el plan de estudios. V. no puede graduarse.»

Cualquiera comprenderá la posicion nada agradable en que estas palabras colocan á un jóven sin edad ni esperiencia para oirlas con calma. Empiezan entonces las súplicas tanto de palabra como por escrito; quien recurre al Rector, quien al Gobierno de la nacion, y entre unos y otros pasa un jóven los peores dias de su carrera, hasta que por quitárselo de encima ó por compasion, le admiten al primer año de la facultad que quiere cursar.

Hasta aquí los trabajos; ahora empieza otra vida, que, si bien necesita laboriosidad, es metódica y mas descansada; cércanía empero graves escollos