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Los bailes de garabato tienen sus reglas, que se observan con todo rigor, y que nadie que toma parte en ellos está dispensado de guardar estrictamente. Aunque, como he dicho, son propios de la gente de la clase inferior y del campo, algunas veces he visto bailar en ellos á personas muy distinguidas. Una pisada, un empujon, los zelos de un enamorado, la sonrisa de un espectador, y otras cosas semejantes dan lugar no pocas veces á que se concluyan á cuchilladas; al paso que todos cuando no hay alguno de estos motivos se complacen y obsequian mutuamente con la mayor franqueza, teniendo siempre la preferencia los forasteros sobre los del lugar en que se da el baile; en una palabra, aquellas buenas gentes guardan todas las atenciones y finura compatibles con su clase, sus hábitos y educacion.

Tales son los bailes de garabato: los de los negros de Africa y los de los criollos de Curazao no merecen incluirse bajo el título de esta escena; pues aunque se ven en Puerto-Rico, nunca se han generalizado: con todo, hago mencion de ellos porque siendo muchos, aumentan la grande variedad de danzas que un estranjero puede ver en sola una Isla, y hasta sin moverse de una poblacion.

Inútil seria entretenerme en probar que esta variedad depende de la posicion geográfica que acumula allí individuos de tantas naciones, cada una de las cuales introduce usos que se arraigan mas ó menos, segun el influjo que ellas tienen en el país, y así concluyo manifestando que, fuera de los bailes públicos y de grande espectáculo de los teatros europeos, que