dolores, en los infortunios que yacen á sus piés?
Martin Fierro busca á su mujer, á sus hijos y no los encuentra. Durante su ausencia, la hacienda que había dejado fué disipada por los acreedores y la autoridad; la mujer y los hijos, desnudos y hambrientos, se dispersaron, y el lugar donde tres años antes existía una familia feliz, solo tiene por recuerdos una tapera arruinada, y los maullidos de un gato!
¡Cuánto sentimiento, cuánto color, cuánta poesia!
Pero la medida de sus infortunios no estaba aún colmada, era desertor se vé perseguido como vago y tiene que huir.
De carta de mas me via
Sin saber á dónde dirme;
Mas dijeron que era vago
Y entraron á perseguirme.
Nunca se achican los males
Van poco á poco creciendo,
Y ansina me vide pronto
Obligado á andar juyendo.
Sin familia, sin bienes, sin hogar, y perseguido como vago, halla refugio en la pulpería y el pajonal; se hace nómade y camorrista, frecuenta las milongas, y pelea y mata, porque destruidos los lazos que lo unían á la sociedad, su miseria, la persecución que se le hace y el continuo peligro en que se encuentra, han borrado de su mente toda idea de sociabilidad, y despertado en él los instintos del desierto, la soledad, la independencia y el desprecio de la vida propia, como de la agena.
Tales son las consecuencias que un detestable sistema de Gobierno y de administración produce en las provincias argentinas del Oeste del Plata, y por eso dijimos, que Martin Fierro era antes que todo «una lección moral de Gobierno administrativo.» Póngase término á ese insufrible desórden, cámbiese su cruel y vergonzoso sistema, y centenares de infelices dejaran de ir á engrosar las hordas salvajes llevándoles el contingente de su valor y desesperación.
Pero ¿Martin Fierro es solo un pensmiento humanitario, una lección moral de Gobierno administrativo, bellamente dada bajo las quejas del dolor, bajo los acentos del infortunio? ¡Nó! Martin Fierro es también la personificación de su raza, la mas perfecta que hasta ahora se ha conocido, y que probablemente no tendrá superior, y en este concepto es un monumento, típico, que honra la literatura argentina.
Martin Fierro no es un gaucho sabio, un gaucho apócrifo, de esos que nos marean con sus gracejos vulgares y con la crítica que hacen de una sociedad que no conocen —Martin Fierro es un gaucho legítimo, que solo habla, pero bien, de lo que entiende, y que contándonos su historia, nos hace ver y comprender esos hombres tan numerosos, tan esparcidos en la base de la sociedad argentina, de quienes todo el mundo habla, pero que muy pocos conocen.
Hijo legítímo de las llanuras, nacido sobre el caballo, criado al aire libre, tiene en alto grado todas las calidades y todos los instintos del hombre de la naturaleza; es ginete, pastor, soldado, poeta y nómade; así sus cuadros son animados y tienen el colorido y la expresión de la verdad.
Jinete, recuerda con fuego y con brio las escenas del domador.
Y allí el gaucho inteligente
En cuanto el potro enriendó.
Los cueros le acomodó
Y se le sentó en seguida.
Que el hombre muestra en la vida
La astucia que Dios le dió.
Y en las playas corcobiando
Pedazos se hacía el sotreta
Mientras él por las paletas
Le jugaba las lloronas,
Y al ruido de las caronas
Salía haciéndole gambetas.
Ah! tiempos!... si era un orgullo
Ver ginetear un paisano —
Cuando era gaucho baquiano