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L — Juicios críticos.

para tratar con la misma dureza é injusticia, que los conquistadores empleaban con los primitivos habitantes de la America. »

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« Cuando se quiere mandar un contingente á la frontera, ó se quiere organizar un batallón, se toma por sorpresa ó con sorpresa al labrador y al artesano, y mal de su grado, se le conduce trincando á las filas. »

Oroño — Discurso en el Senado, Sesión del 18 de Octubre de 1869.



« Cuando la gritería ha llegado á su ultimo punto, cuando ha venido á comprobarse que las guarniciones de los fortines eran insuficientes, que estaban desnudas, desarmadas, desmontadas y hambrientas, solo entonces se ha visto que, por una especie de pudor y á pesar de sus denegaciones, el Ministerio trataba de enviarles siquiera lo indispensable para mitigar el hambre y cubrir la desnudez de los soldados. »

La Nación, Noviembre 14 de 1872.




EL PAYADOR


En un espacioso rancho
De amarillentas totóras,
En derredor asentadas
De una llama serpeadora,
Que ilumina los semblantes
Como funeraria antorcha,
Hirviendo el agua en el fuego,
Y de una mano tras otra
Pasando el sabroso mate
Que todos con gusto toman,
Se pueden contar muy bien
Como unas doce personas,
Pero están con tal silencio,
Con tanta calma reposan,
Que solo se escucha el éco
De guitarra gemidora,
Mezclado con los acentos
De una voz que melancólica,
Murmura tan dulcemente
Como el viento entre las hojas.
Es un payador, que tierno
Alza allí sentida trova,
Y al compás de su guitarra
Versos á raudales brota;
Pero versos expresivos,
De cadencia voluptuosa,
Y que expresan tiernamente
De su pecho las congojas.
Es verdad que muchas veces
La ingrata rima cohorta
Pensamientos que grandiosos
Se traslucen mas no asoman,
Y como nocturnas luces
Al irradiar se evaporan.
La fantasía sujeta
En las redes del idioma,
No permite que se eleve
La inspiración creadora.
Ni que sus altivas alas
Del arte los grillos rompan,
Ni que el instinto del génio
Les trace una senda propia,
Mostrándole allá en los cielos
Aquella ansiada corona,
Que iluminando el espacio
Con su luz esplendorosa
Vibra un rayo diamantino
Que el númen del vate esponja
Para embeber fácilmente
De su corazón las gotas,
Y destilarlas despues
Con el llanto de la aurora
Convertidas en cantares
Que vuelan de zona en zona.
¡Y cuántas veces no obstante
Sus desaliñadas coplas
Sin esfuerzo ni trabajo
Como las tranquilas ondas,
Una á una, dulcemente,
Van saliendo de su boca!
O derrepente veloces,
Penetrantes, ardorosas,
Se escapan como centellas
Y el fondo del alma tocan!
Porque su maestro es
La naturaleza sola,
A quien ellos sin saber
A oscuras y á tientas copian.
Así el cantor sin curarse
De reglas que no le importan,
Sigue raudo y caprichoso
Su bien comenzada trova.

Celiar
Alejandro Magariños Cervantes