Si la poesía es el espejo mas fiel del alma íntima de un pueblo y el acabado retrato de los caracteres y costumbres del mismo, puede decirse que, la nuestra ha tenido muy pocos representantes.
Hidalgo, Ascasubi, Del Campo y Hernández, han sido tal vez los únicos poetas argentinos, que sin necesidad de buscar inspiraciones y modelos en los autores extranjeros, han sabido arrancar de sus liras, verdaderos acentos nacionales que reflejan de un modelo tan admirable como gráfico, la fisonomía moral de nuestro pueblo, y el carácter peculiar y distintivo de nuestros antiguos gauchos, pintando, al propio tiempo, con inimitable y opulento colorido, la intensa magestad de nuestra Pampa y de nuestro cielo con todos sus esplendores y delicados perfumes.
Los demás vates, Andrade y Echevarría, Mármol y los Gutiérrez, fueron, á pesar de sus relevantes dotes de pensadores profundos y de su inagotable inspiracion, pocas veces desmentida, representantes genuinos, si bien mucho menos directos, del romanticismo avasallador, del neo-clasicismo soberano, ó del naturalismo ó verismo convencionales, por mas de que se diga, por autoridades en materias literarias, que todas estas palabras están desprovistas de sentido, si se desciende al fondo mismo de las cosas.
No me compete á mí —por mas qué pudiera hacerlo— juzgar si Hidalgo, fundador de esta escuela y relegado al olvido por los propios, cumplió ó no con la misión que se impuso; ni si el único móvil de las obras de Ascasubi fué el de hacer que el hombre culto se riera del lenguaje del gaucho, y mucho menos examinar si es ó no cierto que Estanislao del Campo se propuso criticar las obras artísticas por boca de los gauchos. Me guian otras intenciones, figurando en primer término, la de hacer resaltar la injusticia con ques ha ido tratado el autor de Martin Fierro por algunos críticos, eminentemente argentinos y por algunos profesores de literatura, quienes han tenido la avilantez de decir, que, Hernandez era, en unión de Ascasubi, insoportable y prosaico.
Hace ya mucho tiempo que, llamado á desempeñar la cátedra de literatura en uno de nuestros primeros establecimientos de enseñanza, tuve ocasión de advertir que en los programas correspondientes al curso de 5º año del Colegio Nacional, nada se hablaba de Hernández, ni en la parte que se refiere á la poesía nacional ni en otra alguna.