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bosques continuos. Éstos, como en las dos naciones antedichas, están formados por los mismos individuos; pero en la región argentina, más broceada por la explotación industrial, no son ahora tan lozanos.

Generalmente circulares, fuera de los sotos, donde como es natural, serpentean con el cauce, su espesura se presenta igual desde la entrada. No hay matorrales ni plantas aisladas que indiquen una progresiva dispersión. Desde la vera al fondo, la misma profusión de almácigo; el mismo obstáculo casi insuperable al acceso; la misma serenidad mórbida de invernáculo.

Su silencio impresiona desde luego, tanto como su despoblación; los mismos pájaros huyen de su centro, donde no hay campo para la vista ni para las alas. Nunca el viento, muy escaso por otra parte en la región, conmueve su espesura. Los herbívoros se arriesgan pocas veces en ella, y tampoco la frecuentan entonces los felinos. Algún carnicero necesitado, ó aventurero marsupial, como el coatí y la comadreja, afrontan, trepando al acecho por los árboles, tan difícil vegetación, en busca de tal cual rata ó murciélago durmiente; pero aun esto