era obligatorio para todos, desde los cinco años, el de las mujeres y los niños, por escaso que fuera, quedaba como producto líquido, determinando así una competencia ventajosísima con los empresarios laicos.
Los encomenderos tenían que pagar un jornal de cuarenta reales [1] mensuales á sus indios, y cinco pesos por cada uno á la Corona, ó comprar esclavos para explotaciones como la del azúcar, que sólo aguantaba el negro; creándose entonces una situación de ojeriza comercial entre las dos conquistas. La Corona no supo conservar el equilibrio, procediendo más por corazonada que por cálculo entre aquellos intereses; y el resultado de sus medidas, naturalmente inspiradas por los jesuítas, redundó al fin en perjuicio de los naturales.
Éstos fueron, ó siervos de los P.P. á quienes se lanzó en la especulación comercial, con el privilegio que la hacía pingüe, ó víctimas de los odios despertados por la rivalidad entre laicos y religiosos. Su condición servil permanecía en ambos casos inconmovible.
- ↑ Cerca de 22 francos.