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en el invierno, aquello revive como un plano colosal en tinta simpática, sobre la tierra misionera. Los caminos reales, que por la blandura del suelo se ahondaban mucho, iban requiriendo nuevas trazas, efectuadas en poco tiempo al paso de las carretas. Cuatro y cinco accidentan paralelamente el suelo, y como las antiguas huellas de los rodados han sido especies de cunetas naturales para las aguas llovedizas, éstas ahondaron los caminos hasta volverlos zanjones, dando las fajas de terreno intermedio, una perfecta ilusión de terraplenes. En Santa María, punto de gran tráfico entonces, son tantos los que desembocan á las ruinas, que parecen líneas de trincheras; pero puede decirse, sin exagerar mucho, que aun están patentes allá las huellas de los rodados.

De estas vías centrales, despréndense en todas direcciones caminos de herradura, los cuales conducen invariablemente á un bosquecillo redondo que oculta una ruina: puesto de estancia ó de chacra, comunicado á su vez por senderos con un manantial cercano.

Esto se repite en toda la extensión del antiguo Imperio, con abundancia relativa que indica una