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cariño ni animadversión. Los odios históricos, como la ojeriza contra Dios, son una insensatez que combate contra el infinito ó contra la nada.

Creo inútil hablar de mi viaje por el territorio de las Misiones, bastándome decir que no se limitó á la parte argentina, pues temo que el lector vea en mí uno de esos viajeros que hacen del héroe fácil, por la misma razón á la cual debe su prestigio «el mentir de las estrellas».

Aprovecharé, sí, esta coyuntura, para agradecer en mi nombre y en el de mis compañeros de exploración, sus finezas á las personas que durante ella nos auxiliaron.

Ocupa el primer lugar el señor Juan J. Lanusse, gobernador de Misiones y distinguido caballero que me ayudó con toda decisión. El doctor Garmendia, Juez Letrado del Territorio, es también acreedor á mi gratitud; y ella se extiende al señor Rafael Garmendia, administrador de la Aduana; al ingeniero señor F. Fouilland, al Jefe de Policía, señor Olmedo, á los comisarios de San José, Apóstoles y Concepción, señores Silva, Rodríguez y Verón, al señor Gallardo, Juez de Paz de San Carlos; al señor Castelli, administrador de la colonia Apóstoles; al señor Augusto Gorordo, vecino de Concepción; á los señores Noriega y García, comerciantes de Saracura; al señor Caldeira, de Santa María; al señor Baumeister, cónsul argentino