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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

—Aquellos que allí ves, respondió su amo, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

—Bien parece, respondió don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración en el espacio que yo voy á entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Y diciendo esto, dió de espuelas á su caballo Rocinante, sin atender á las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda alguna eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba á acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: «Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.»

Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron á moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: «Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.»

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón á su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su adarga, con la lanza en el ristre, arremetió á todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fué rodando muy mal trecho por el campo. Acudió Sancho Panza á socorrerle á todo el correr de su asno, y, cuando llegó, halló que no se podía menear: tal fué el golpe que dió con él Rocinante.

—¡Váleme Dios! dijo Sancho. ¿No lo dije yo á vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento? Y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza.