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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

enseñarte y mayores mercedes hacerte; y por ahora curémonos; que la oreja me duele más de lo que yo quisiera.

Sacó Sancho de las alforjas hilas y ungüento; mas cuando don Quijote llegó á ver rota su celada, pensó perder el juicio, y puesta la mano en la espada y alzando los ojos al cielo, dijo:

—Yo hago juramento al Criador de todas las cosas y á los santos cuatro Evangelios, donde más largamente están escritos, de hacer la vida que hizo el grande marqués de Mantua cuando juró de vengar la muerte de su sobrino Baldovinos, que fué de no comer pan á manteles ni con su mujer folgar, y otras cosas que, aunque dellas no me acuerdo, las doy aquí por expresadas, hasta tomar entera venganza del que tal desaguisado me fizo.

Oyendo esto Sancho, le dijo:

—Advierta vuestra merced, señor don Quijote, que si el caballero cumplió lo que se le dejó ordenado, de irse á presentar ante mi señora Dulcinea del Toboso, ya habrá cumplido con lo que debía, y no merece otra pena si no comete nuevo delito.

—Has hablado y apuntado muy bien, respondió don Quijote; y así, anulo el juramento en cuanto á lo que toca á tomar dél nueva venganza; pero hágole y confirmóle de nuevo de hacer la vida que he dicho, hasta tanto que quite por fuerza otra celada, tal y tan buena como ésta, á algún caballero; y no pienses, Sancho, que así á humo de pajas hago esto; que bien tengo á quien imitar en ello; que esto mismo pasó al pie de la letra sobre el yelmo de Mambrino, que tan caro le costó á Sacripante.

—Que dé al diablo vuestra merced tales juramentos, señor mío, replicó Sancho, que son muy en daño de la salud y muy en perjuicio de la conciencia. Si no, dígame ahora, si acaso en muchos días no topamos hombre armado con celada, ¿qué hemos de hacer? ¿Hase de cumplir el juramento, á despecho de tantos inconvenientes é incomodidades, como será el dormir vestido y el no dormir en poblado, y otras mil penitencias que contenía el juramento de aquel loco viejo del marqués