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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

  Abalánzase al señuelo
mi fe, que nunca ha podido,
ni menguar por no llamado,
ni creer por escogido.
  Si el amor es cortesía,
de la que tienes colijo
que el fin de mis esperanzas
ha de ser cual imagino.
  Y si son servicios parte
de hacer un pecho benigno,
algunos de los que he hecho
fortalecen mi partido.
  Porque, si has mirado en ello,
más de una vez habrás visto
que me he vestido en los lunes
lo que me honraba el domingo.
  Como el amor y la gala
andan un mesmo camino,
en todo tiempo á tus ojos
quise mostrarme pulido.
  Dejo el bailar por tu causa,
ni las músicas te pinto,
que has escuchado á deshoras
y al canto del gallo primo.
  No cuento las alabanzas
que de tu belleza he dicho,
que, aunque verdaderas, hacen
ser yo de algunas malquisto,
  Teresa del Berrocal,
yo alabándote, me dijo:
«Tal piensa que adora un ángel,
y viene á adorar á un jimio,
  merced á los muchos dijes
y á los cabellos postizos,
y á hipócritas hermosuras,
que engañan al amor mismo.»
  Desmentíla, y enojóse,
volvió por ella su primo;
desafióme, y ya sabes
lo que yo hice, y él hizo.
  No te quiero yo á montón,
ni te pretendo y te sirvo
por lo de barraganía;
que más bueno es mi designio.
  Coyundas tiene la Iglesia,
que son lazadas de sirgo:
pon tu cuello en la gamella,
verás cómo pongo el mío.
  Donde no, desde aquí juro
por el santo más bendito,
de no salir destas sierras

sino para capuchino.

Con esto dió el cabrero fin á su canto, y aunque don Quijote le rogó que algo más cantase, no lo consintió Sancho Panza, porque estaba más para dormir que para oir canciones; y así dijo á su amo:

—Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego adonde ha de posar esta noche; que el trabajo que estos buenos hombres tienen todo el día no permite que pasen las noches cantando.

—Ya te entiendo, Sancho, le respondió don Quijote; que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más recompensa de sueño que de música.

—A todos nos sabe bien, ¡bendito sea Dios!, respondió Sancho.

—No lo niego, replicó don Quijote; pero acomódate tú donde quisieres; que los de mi profesión mejor parecen velando que durmiendo;