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Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/161

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

tiano, aunque quisiera casarla luego, así como la vió de edad, no quiso hacerlo sin su consentimiento, sin tener ojo á la ganancia y granjeria que le ofrecía el tener la hacienda de la moza, dilatando su casamiento; y á le que se dijo esto en más de un corrillo en el pueblo, en alabanza del buen sacerdote; que quiero que sepa, señor andante, que en estos lugares cortos, de todo se trata y de todo se murmura; y tened para vos, como yo tengo para mí, que debe de ser demasiadamente bueno el clérigo que obliga á sus feligreses á que digan bien dél, especialmente en las aldeas.

—Así es la verdad, dijo don Quijote, y proseguid adelante; que el cuento es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contáis con muy buena gracia.

—La del señor no me falte, que es la que hace al caso; en lo demás sabréis que, aunque el tío proponía á la sobrina y le decía las calidades de cada uno en particular de los muchos que por mujer la pedían, rogándole que se casase y escogiese á su gusto, jamás ella respondió otra cosa sino que por entonces no quería casarse, y que por ser tan muchacha no se sentía hábil para poder llevar la carga del matrimonio. Con estas que daba, al parecer, justas excusas, dejaba el tío de importunarla, y esperaba á que entrase algo más en edad, y ella supiese escoger compañía á su gusto; porque decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres á sus hijos estado contra su voluntad. Pero hételo aquí, cuando no me cato, que remanece un día la melindrosa Marcela hecha pastora; y sin ser parte su tío, ni todos los del pueblo, que se lo desaconsejaban, dió en irse al campo con las demás zagalas del lugar, y dió en guardar su mesmo ganado. Y así como ella salió en público, y su hermosura se vió al descubierto, no os sabré buenamente decir cuántos ricos mancebos, hidalgos y labradores, han tomado el traje de Grisóstomo, y la andan requebrando por esos campos; uno de los cuales, como ya está dicho, fué nuestro difunto, del cual decían que la dejaba de querer, y la adoraba. Y no se piense que porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta y de

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