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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

del ya vencido toro el implacable
bramido, y de la viuda tortolilla
el sentible arrullar, el triste canto
del enviudado buho, con el llanto
de toda la infernal negra cuadrilla:
salgan con la doliente ánima fuera,
mezclados en un son de tal manera
que se confundan los sentidos todos;
pues la pena cruel que en mi se halla,
para contalla pide nuevos modos.
De tanta confusión, no las arenas
del padre Tajo oirán los tristes ecos,
ni del famoso Betis las olivas:
que allí se esparcirán mis duras penas
en altos riscos y en profundos huecos,
con muerta lengua y con palabras vivas,
ó ya en oscuros valles, ó en esquivas
playas desnudas de contrato humano,
ó adonde el sol jamás mostró su lumbre,
ó entre la venenosa muchedumbre
de fieras que alimenta el libre llano:
que puesto que en los páramos desiertos
los ecos roncos de mi mal inciertos
suenen con tu rigor tan sin segundo,
por privilegio de mis cortos hados,
serán llevados por el ancho mundo.
Mata un desdén, atierra la paciencia
ó verdadera ó falsa una sospecha;
matan los zelos con rigor más fuerte,
desconcierta la vida larga ausencia,
contra un temor de olvido no aprovecha
firme esperanza de dichosa suerte;
en todo hay cierta, inevitable muerte,
mas yo ¡milagro nunca visto! vivo
zeloso, ausente, desdeñado y cierto
de las sospechas que me tienen muerto:
y en el olvido en quien mi fuego avivo,
y entre tantos tormentos, nunca alcanza
mi vista á ver en sombra á la esperanza:
no yo desesperado la procuro;
antes por estremarme en mi querella,
estar sin ella eternamente juro.
¿Puédese por ventura en un instante
esperar y temer, ó es bien hacello,
siendo las causas del temor más ciertas?
¿Tengo, si el duro zelo está delante,
de cerrar estos ojos, si he de vello
por mil heridas en el alma abiertas?
¿Quién no abrirá de par en par las puertas
á la desconfianza, cuando mira
descubierto el desdén, y las sospechas
¡oh amarga conversión! verdades hechas,
y la limpia verdad vuelta en mentira?
¡Oh en el reino de amor fieros tiranos
zelos! ponedme un hierro en estas manos;
dame, desdén, una torcida soga,
mas ¡ay de mi! que con cruel vitoria
vuestra memoria el sufrimiento ahoga.
Yo muero en fin, y porque nunca espere
buen suceso en la muerte ni en la vida,
pertinaz estaré en mi fantasía:
diré que va acertado el que bien quiere,
y que es más libre el alma más rendida
á la de amor antigua tiranía:
diré que la enemiga siempre mía,
hermosa el alma como el cuerpo tiene,
y que su olvido de mi culpa nace,
y que en fe de los males que nos hace
amor su imperio en justa paz mantiene;
y con esta opinión y un duro lazo,
acelerando el miserable plazo
á que me han conducido sus desdenes,
ofreceré á los vientos cuerpo y alma
sin lauro ó palma de futuros bienes.
Tú que con tantas sinrazones muestras
la razón que me fuerza á que la haga
á la cansada vida que aborrezco:
pues ya ves que te da notorias muestras
esta del corazón profunda llaga,
de cómo alegre á tu rigor me ofrezco:
si por dicha conoces que merezco
que el cielo claro de tus bellos ojos
en mi muerte se turbe, no lo hagas,
que no quiero que en nada satisfagas