Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/198

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
114
DON QUIJOTE DE LA MANCHA

atado á una coluna de un patio; y aun hay un autor secreto, y de no poco crédito, que dice que, habiendo cogido al caballero del Febo con una cierta trampa, que se le hundió debajo de los pies en un cierto castillo, al caer se halló en una honda sima debajo de tierra, atado de pies y manos, y allí le echaron una destas que llaman melecinas, de agua de nieve y arena, de lo que llegó muy al cabo; y si no fuera socorrido en aquella gran cuita de un sabio, grande amigo suyo, lo pasara muy mal el pobre caballero. Así que, bien puedo yo pasar entre tanta buena gente; que mayores afrentas son las que éstos pasaron que no las que ahora nosotros pasamos; porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos, y esto está en la ley del duelo, escrito por palabras expresas: que si el zapatero da á otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel á quien dió con ella. Digo esto, porque no pienses que, puesto que quedamos desta pendencia molidos, quedamos afrentados; porque las armas que aquellos hombres traían, con que nos machacaron, no eran otras que sus estacas, y ninguno dellos, á lo que se me acuerda, tenía estoque, espada ni puñal.

—No me dieron á mí lugar, respondió Sancho, á que mirase en tanto, porque apenas puse mano á mi tizona, cuando me santiguaron los hombres con sus pinos, de manera que me quitaron la vista de los ojos y la fuerza de los pies, dando conmigo adonde ahora yago, y adonde no me da pena alguna el pensar si fué afrenta ó no lo de los estacazos, como me la da el dolor de los golpes, que me han de quedar tan impresos en la memoria como en las espaldas.

—Con todo eso, te hago saber, hermano Panza, replicó don Quijote, que no hay memoria á quien el tiempo no acabe, ni dolor que la muerte no le consuma.

—Pues ¿qué mayor desdicha puede ser, replicó Panza, de aquella que aguarda al tiempo que la consuma y á la muerte que la acabe? Si esta nuestra desgracia fuera de aquellas que con un par de bizmas se