—Y más de lo que tú piensas, respondió don Quijote; y veráslo cuando llenes una carta escrita en verso de arriba abajo á mi señora Dulcinea del Toboso; porque quiero que sepas, Sancho, que todos ó los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos; que estas dos habilidades, ó gracias, por mejor decir, son anejas á los enamorados andantes: verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor.
—Lea más vuestra merced, dijo Sancho; que ya hallará algo que nos satisfaga.
Volvió la hoja don Quijote, y dijo:
—Esto es prosa, y parece carta.
—¿Carta misiva, señor? preguntó Sancho.
—En el principio no parece sino de amores, respondió don Quijote.
—Pues lea vuestra merced alto, dijo Sancho; que gusto mucho destas cosas de amores.
—Que me place, dijo don Quijote.
—Y leyéndola alto, como Sancho se lo había rogado, vió que decía desta manera:
«Tu falsa promesa y mi cierta desventura me llevan á parte donde antes volverán á tus oídos las nuevas de mi muerte que las razones de mis quejas. Desechásteme ¡oh ingrata! por quien tiene más, no por quien vale más que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no envidiara yo dichas ajenas, ni llorara desdichas propias. Lo que levantó tu hermosura han derribado tus obras: por ella entendí que eras ángel, y por ellas conozco que eres mujer. Quédate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo estén siempre encubiertos, porque tú no quedes arrepentida de lo que hiciste, y yo no tome venganza de lo que no deseo.»
Acabando de leer la carta, dijo don Quijote:
—Menos por ésta que por los versos se puede sacar más de que quien escribió es algún desdeñado amante.