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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Y así, picó á Rocinante, y siguióle Sancho con su acostumbrado jumento; y habiendo rodeado parte de la montaña, hallaron en un arroyo, caída, muerta y medio comida de perros y picada de grajos, una mula ensillada y enfrenada; todo lo cual confirmó en ellos más la sospecha de que aquel que huía era el dueño de la mula y del cojín.

Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y á deshora, á su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Dióle voces don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban. El respondió á gritos que quién les había traído por aquel lugar, pocas ó ningunas veces pisado sino de pies de cabras, ó de lobos y otras fieras que por allí andaban. Respondióle Sancho que bajase, que de todo le darían buena cuenta.

Bajó el cabrero, y en llegando adonde don Quijote estaba, dijo:

—Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada; pues á buena fe que ha ya seis meses que está en ese lugar. Díganme, ¿han topado por ahí á su dueño?

—No hemos topado á nadie, respondió don Quijote, sino á un cojín y á una maletilla, que no lejos desde lugar hallamos.

—También la hallé yo, respondió el cabrero; mas nunca la quise alzar ni llegar á ella, temoroso de algún desmán, y de que no me la pidiesen por de hurto; que es el diablo sotil, y debajo de los pies se levanta al hombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no.

—Eso mesmo es lo que yo digo, respondió Sancho; que también la hallé yo, y no quise llegar á ella con un tiro de piedra: allí la dejé, y allí se queda como se estaba; que no quiero perro con cencerro.

—Decidme, buen hombre, dijo Quijote: ¿sabéis vos quién sea el dueño destas prendas?

—Lo que sabré yo decir, dijo el cabrero, es que habrá al pie de seis meses, poco más ó menos, que llegó á una majada de pastores, que estará como tres leguas deste lugar, un mancebo de gentil talle y apos-