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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

y de modo nos las quitaron, que le convino al barbero ponérselas postizas, y aun á este mancebo que aquí va, señalando á Cardenio, le pusieron como de nuevo. Y es lo bueno, que es pública fama por todos estos contornos que los que nos saltearon son unos galeotes, que dicen que libertó casi en este mesmo sitio un hombre tan valiente, que, á pesar del comisario y de las guardias, los soltó á todos; y sin duda alguna él debía estar fuera de juicio, ó debe de ser tan grande bellaco como ellos, ó algún hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas, á la raposa entre las gallinas, á la mosca entre la miel; quiso defraudar la justicia, ir contra su rey y señor natural, pues fué contra sus justos mandamientos; quiso, digo, quitar á las galeras sus pies, poner en alboroto la Santa Hermandad, que había muchos años que reposaba; quiso, finalmente, hacer un hecho por donde se pierda su alma, y no se gane su cuerpo.

Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacía ó decía don Quijote, al cual se le mudaba la color á cada palabra, y no osaba decir que él había sido el libertador de aquella buena gente.

—Estos, pues, dijo el cura, fueron los que nos robaron; que Dios, por su misericordia, se lo perdone al que no los dejó llevar al debido suplicio.


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