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Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/515

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

—Hermano mío, dijo el cura, estos dos libros son mentirosos y están llenos de disparates y devaneos, y este del Gran Capitán es historia verdadera y tiene los hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba, el cual, por sus muchas y grandes hazañas, mereció ser llamado de todo el mundo el Gran Capitán, renombre famoso y claro, y dél solo merecido; y este Diego García de Paredes fué un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia; y puesto con un montante en la entrada de una puente, detuvo á todo un innumerable ejército que no pasase por ella, y hizo otras tales cosas, que si como él las cuenta y las escribe él asimismo con la modestia de caballero y de coronista propio, las escribiera otro, libre y desapasionado, pusieran en olvido las de los Hétores, Aquiles y Roldanes.

—¡Tomaos con mi padre! dijo á lo dicho el ventero; ¡mirad de qué se espanta! ¡de detener una rueda de molino! Por Dios, ahora había vuestra merced de leer lo que hizo Félixmarte de Hircania, que de un revés solo partió cinco gigantes por la cintura, como si fueran hechos de habas como los frailecicos que hacen los niños; y otra vez arremetió con un grandísimo y poderosísimo ejército, donde iban más de un millón y seiscientos mil soldados, todos armados desde el pie hasta la cabeza y los desbarató á todos como si fueran manadas de ovejas. Pues ¿qué me dirán del bueno de don Cirongilio de Tracia? que fué tan valiente y animoso como se verá en el libro, donde se cuenta que navegando por un río, le salió de la mitad del agua una serpiente de fuego; y él, así como la vió, se arrojó sobre ella y se puso á horcajadas encima de sus escamosas espaldas, y la apretó con ambas manos la garganta con tanta fuerza, que viendo la serpiente que la iba ahogando, no tuvo otro remedio sino dejarse ir á lo hondo del río, llevándose tras sí al caballero, que nunca la quiso soltar; y cuando llegaron allá abajo, se halló en unos palacios y en unos jardines tan lindos, que era maravilla; y luego la sierpe se volvió en un viejo anciano, que le