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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

en la semana y las fiestas fuese Lotario á comer con él; y aunque esto quedó así concertado entre los dos, propuso Lotario de no hacer más de aquello que viese que más convenía á la honra de su amigo, cuyo crédito le estaba en más que el suyo propio.

»Decía él, y decía bien, que el casado, á quien el cielo había concedido mujer hermosa, tanto cuidado había de tener en ver qué amigos llevaba á su casa, como en mirar con qué amigas su mujer conversaba; porque lo que no se hace ni concierta en las plazas, ni en los templos, ni en las fiestas públicas, ni estaciones (cosas que no todas veces las han de negar los maridos á sus mujeres), se concierta y facilita en casa de la amiga ó la parienta de quien más satisfacción se tiene. También decía Lotario que tenían necesidad los casados de tener cada uno algún amigo que le advirtiese de los descuidos que en su proceder tuviese; porque suele acontecer que, con el mucho amor que el marido á la mujer tiene, ó no le advierte ó no le dice, por no enojalla, que haga ó deje de hacer algunas cosas, que el hacellas ó no, le sería de honra ó de vituperio; de lo cual siendo del amigo advertido, fácilmente pondría remedio en todo. Pero ¿dónde se hallará amigo tan discreto y tan leal y verdadero como aquí Lotario le pide? No lo sé yo por cierto: sólo Lotario era éste, que con toda solicitud y advertimiento miraba por la honra de su amigo, y procuraba dezmar, sisar y acortar los días del concierto del ir á su casa, porque no pareciese mal al vulgo ocioso y á los ojos vagabundos y maliciosos la entrada de un mozo rico, gentilhombre y bien nacido, y de las buenas partes que él pensaba que tenía, en la casa de una mujer tan hermosa como Camila; que, puesto que su bondad y valor podía poner freno á toda maldiciente lengua, todavía no quería poner en duda su crédito ni el de su amigo; y por esto los más de los días del concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas que él daba á entender ser inexcusables; así que, en quejas del uno y disculpas del otro, se pasaban muchos ratos y partes del día. Sucedió, pues, que uno que los dos se andaban paseando por un prado fuera de la ciudad, Anselmo dijo a Lotario las siguientes razones:

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