Ir al contenido

Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/555

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
63
DON QUIJOTE DE LA MANCHA

»—Tú lo has hecho, Lotario, como yo esperaba de tu amistad: en todo he de seguir tu consejo; haz lo que quisieres, y guarda aquel secreto que ves que conviene en caso tan no pensado.

»Prometióselo Lotario, y en apartándose del, se arrepintió totalmente de cuanto le había dicho, viendo cuán necio había andado, pues pudiera él vengarse de Camila, y no por camino tan cruel y tan deshonrado. Maldecía su entendimiento, afeaba su ligera determinación, y no sabía qué medio tomar para deshacer lo hecho ó para dalle alguna razonable salida. Al fin acordó de dar cuenta de todo á Camila; y como no faltaba lugar para poderlo hacer, aquel mismo día la halló sola; y ella, así como vió que le podía hablar, le dijo:

»—Sabed, amigo Lotario, que tengo una pena en el corazón, que me le aprieta de suerte, que parece que quiere reventar en el pecho, y ha de ser maravilla si no lo hace; pues ha llegado la desvergüenza de Leonela á tanto, que cada noche encierra á un galán suyo en esta casa, y se está con él hasta el día, tan á costa de mi crédito, cuanto le quedará campo abierto de juzgarlo al que le viere salir á horas tan inusitadas de mi casa; y lo que me fatiga es, que no la puedo castigar ni reñir; que el ser ella secretario de nuestros tratos me ha puesto un freno en la boca para callar los suyos, y temo que de aquí ha de nacer algún mal suceso.

»Al principio que Camila esto decía, creyó Lotario que era artificio para desmentille con que el hombre que había visto salir era de Leonela, y no suyo; pero viéndola llorar y afligirse y pedirle remedio, vino á creer la verdad; y en creyéndola, acabó de estar confuso y arrepentido del todo; pero, con todo esto, respondió á Camila que no tuviese pena, que él ordenaría remedio para atajar la insolencia de Leonela; díjole asimismo lo que, instigado de la furiosa rabia de los celos, había dicho á Anselmo, y cómo estaba concertado de esconderse en la recámara, para ver desde allí á la clara la poca lealtad que ella le guardaba: pidióle perdón desta locura, y consejo para poder remedialla y salir bien de tan revuelto laberinto como en el que su mal discurso le había puesto. Espantada quedó Camila de oir lo que Lotario le decía, y con