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Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/574

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

aventura, y que se hallaba delante de la princesa Micomicona, se hincó de rodillas delante del cura, diciendo:

—Bien puede la vuestra grandeza, alta y fermosa señora, vivir, de hoy más, segura, sin que le pueda hacer mal esta mal nacida criatura; y yo también, de hoy más, soy quito de la palabra que os di, pues con ayuda del alto Dios y con el favor de aquella por quien yo vivo y respiro, tan bien la he cumplido.

—¿No lo dije yo? dijo oyendo esto, Sancho. Sí, que no estaba yo borracho. Mirad si tiene puesto ya en sal mi amo al gigante. Ciertos son los toros, mi condado está de molde.

¿Quién no había de reir con los disparates de los dos, amo y mozo? Todos reían, sino el ventero, que se daba á Satanás; pero, en fin, tanto hicieron el barbero, Cardenio y el cura, que, con no poco trabajo, dieron con don Quijote en la cama, el cual se quedó dormido, con muestras de grandísimo cansancio. Dejáronle dormir, y saliéronse al portal de la venta á consolar á Sancho Panza de no haber hallado la cabeza del gigante; aunque más tuvieron que hacer en aplacar al ventero, que estaba desesperado por la repentina muerte de sus cueros.

Y la ventera decía en voz y en grito:

—En mal punto y en hora menguada entró en mi casa este caballero andante (que nunca mis ojos le hubieran visto), que tan caro me cuesta. La vez pasada se fué con el costo de una noche de cena, cama, paja y cebada para él y para su escudero, y un rocín y un jumento, diciendo que era caballero aventurero (que mala ventura le dé Dios á él y á cuantos aventureros hay en el mundo), y que por esto no estaba obligado á pagar nada; que así estaba escrito en los aranceles de la caballería andantesca; y ahora, por su respeto, vino estotro señor y me lleva mi cola, y hámela vuelto con más de dos cuartillos de daño, toda pelada, que no puede servir para lo que la quiere mi marido; y por fin y remate de todo, ¡romperme mis cueros y derramarme mi vino! que derramada le vea yo su sangre. Pues no se piense; que ¡por los huesos de mi padre y por el siglo de mi madre, si no me lo han de pagar un