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CAPÍTULO XXXVII
Donde se prosigue la historia de la famosa infanta Micomicona, con otras graciosas aventuras


odo esto escuchaba Sancho, no con poco dolor de su ánima, viendo que se le desparecían é iban en humo las esperanzas de su ditado, y que la linda princesa Micomicona se le había vuelto en Dorotea, y el gigante en don Fernando, y su amo se estaba durmiendo á sueño suelto, bien descuidado de todo lo sucedido. No se podía asegurar Dorotea si era soñado el bien que poseía; Cardenio estaba en el mismo pensamiento, y el de Luscinda corría por la misma cuenta. Don Fernando daba gracias al cielo por la merced recibida, y haberle sacado de aquel intricado laberinto, donde se hallaba tan á pique de perder el crédito y el alma; y finalmente, cuantos en la venta estaban, estaban contentos y gozosos del buen suceso que

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