Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/607

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
407
DON QUIJOTE DE LA MANCHA

sus allegados y favorecidos, fué decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen: Paz sea en esta casa; y otras muchas veces les dijo: Mi paz os doy, mi paz os dejo, paz sea con vosotros; bien como joya y prenda dada y dejada de tal mano: joya que, sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra; que lo mismo es decir armas que guerra. Prosupuesta, pues, esta verdad, que el fin de la guerra es la paz, y que en esto hace ventaja al fin de las letras, vengamos ahora á los trabajos del cuerpo del letrado y á los del profesor de las armas, y véase cuáles son mayores.

De tal manera y por tan buenos términos iba prosiguiendo en su plática don Quijote, que obligó á que por entonces ninguno de los que escuchándole estaban le tuviese por loco; antes, como todos ó los más eran caballeros, á quien son anejas las armas, le escuchaban de muy buena gana; y él prosiguió, diciendo:

—Digo, pues, que los trabajos del estudiante son estos: principalmente pobreza, no porque todos sean pobres, sino por poner este caso en todo el extremo que pueda ser; y en haber dicho que padece pobreza, me parece que no había de decir más de su mala ventura, porque quien es pobre no tiene cosa buena. Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frió, ya en desnudez, ya en todo junto; pero, con todo eso, no es tanta, que no coma, aunque sea un poco más tarde de lo que se usa, aunque sea de las sobras de los ricos; que es la mayor miseria del estudiante esto que entre ellos llaman andar á la sopa; y no les falta algún ajeno brasero ó chimenea, que, si no calienta, á lo menos entibie su frío; y en fin, la noche duermen muy bien debajo de cubierta. No quiero llegar á otras menudencias, conviene á saber, de la falta de camisas y no sobra de zapatos, la raridad y poco pelo del vestido, ni aquel ahitarse con tanto gusto cuando la buena suerte les depara algún banquete. Por este camino que he pintado, áspero y dificultoso, tropezando aquí, cayendo allí, levantándose acullá, tornando á caer acá, llegan al grado que desean, el cual alcanzado, á muchos hemos visto que, habiendo pasado por estas Sirtes y