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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

guno cautivaron sano, de trescientos que quedaron vivos: señal cierta y clara de su esfuerzo y valor, y de lo bien que se habían defendido y guardado sus plazas. Rindióse á partido un pequeño fuerte ó torre que estaba en mitad del Estaño, á cargo de don Juan Zanoguera, caballero valenciano y famoso soldado. Cautivaron á don Pedro Puertocarrero, general de la Goleta, el cual hizo cuanto fué posible por defender su fuerza, y sintió tanto el haberla perdido, que, de pesar, murió en el camino de Constantinopla, donde le llevaban cautivo. Cautivaron ansimismo al general del fuerte, que se llamaba Gabrio Cerbellón, caballero milanés, grande ingeniero y valentísimo soldado. Murieron en estas dos fuerzas muchas personas de cuenta, de las cuales fué una Pagán de Oria, caballero del hábito de San Juan, de condición generoso, como lo mostró la suma liberalidad que usó con su hermano el famoso Juan Andrea de Oria; y lo que más hizo lastimosa su muerte fué haber muerto á manos de unos alárabes, de quien se fió, viendo ya perdido el fuerte, que se ofrecieron de llevarle en hábito de moro á Tabarca, que es un portezuelo ó casa que en aquellas riberas tienen los ginobeses que se ejercitan en la pesquería del corral; los cuales alárabes le cortaron la cabeza, y se la trujeron al general de la armada turquesca, el cual cumplió con ellos nuestro refrán castellano: que aunque la traición aplace, el traidor se aborrece; y así, se dice que mandó el general ahorcar á los que le trujeron el presente, porque no se le habían traído vivo.

»Entre los cristianos que en el fuerte se perdieron, fué uno llamado don Pedro de Aguilar, natural no sé de qué lugar del Andalucía, el cual había sido alférez en el fuerte; soldado de mucha cuenta y de raro entendimiento; especialmente tenía particular gracia en lo que llaman poesía. Dígolo porque su suerte le trujo á mi galera y á mi banco, y á ser esclavo de mi mismo patrón; y antes que nos partiésemos de aquel puerto, hizo este caballero dos sonetos á manera de epitafios, el uno á la Goleta y el otro al fuerte; y en verdad que los tengo de decir, porque los sé de memoria, y creo que antes causarán gusto que pesadumbre.»