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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

En el punto que el cautivo nombró á don Pedro de Aguilar, don Fernando miró á sus camaradas, y todos tres se sonrieron; y cuando llegó á decir de los sonetos, dijo el uno:

—Antes que vuestra merced pase adelante, le suplico me diga qué se hizo ese don Pedro de Aguilar que ha dicho.

—Lo que sé es, respondió el cautivo, que, al cabo de dos años que estuvo en Constantinopla, se huyó, en traje de arnaute, con un griego espía; y no sé si vino en libertad (puesto que creo que sí), porque de allí á un año vi yo al griego en Constantinopla, y no le pude preguntar el suceso de aquel viaje.

—Pues así fué, respondió el caballero; porque ese don Pedro es mi hermano, y está ahora en nuestro lugar, bueno y rico, casado y con tres hijos.

—¡Gracias sean dadas á Dios, dijo el cautivo, por tantas mercedes como le hizo! Porque no hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que iguale á alcanzar la libertad perdida.

—Y más, replicó el caballero, que yo sé los sonetos que mi hermano hizo.

—Dígalos, pues, vuesa merced, dijo el cautivo, que los sabrá decir mejor que yo.

—Que me place, respondió el caballero; y el de la Goleta decía así: