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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

de ser sentido, con grandísima presteza subió donde Agimorato estaba, y juntamente con él fueron algunos de nosotros; que yo no osé desamparar á Zoraida, que, como desmayada, se había dejado caer en mis brazos. En resolución, los que subieron se dieron tan buena maña, que en un momento bajaron con Agimorato, trayéndole, atadas las manos y puesto un pañizuelo en la boca, que no le dejaba hablar palabra, amenazándole que el hablarla le había de costar la vida. Cuando su hija le vió se cubrió los ojos por no verle, y su padre quedó espantado, ignorando cuán de su voluntad se había puesto en nuestras manos; mas entonces, siendo más necesarios los pies, con diligencia y presteza nos pusimos en la barca; que ya los que en ella habían quedado nos esperaban, temerosos de algún mal suceso nuestro. Apenas serían dos horas pasadas de la noche, cuando ya estábamos todos en la barca, en la cual se le quitó al padre de Zoraida la atadura de las manos y el paño de la boca; pero tornóle á decir el renegado que no hablase palabra; que le quitarían la vida. El, como vió allí á su hija, comenzó á suspirar ternísimamente, y más cuando vió que yo estrechamente la tenía abrazada, y que ella, sin defenderse, quejarse ni esquivarse, se estaba queda; pero con todo esto, callaba, porque no se pusiesen en efecto las muchas amenazas que el renegado le hacía.

»Viéndose, pues, Zoraida ya en la barca, y que queríamos dar los remos al agua, y viendo allí á su padre y á los demás moros que atados estaban, le dijo al renegado que me dijese le hiciese merced de soltar á aquellos moros y dar libertad a su padre; porque antes se arrojaría al mar que ver delante de sus ojos y por causa suya llevar cautivo á un padre que tanto había querido. El renegado me lo dijo, y yo respondí que era muy contento; pero él respondió que no convenía, á causa que si allí los dejaban, apellidarían luego la tierra y alborotarían la ciudad, y sería causa que saliesen a buscarnos con algunas fragatas ligeras, y nos tomasen la tierra y la mar, de manera que no pudiésemos escaparnos; que lo que se podría hacer, era darles libertad