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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

preguntóle que cómo aquel cofre había venido á nuestras manos, y qué era lo que venía dentro.

»A lo cual, el renegado, sin aguardar que Zoraida le respondiese, le respondió:

»—No te canses, señor, en preguntar á Zoraida, tu hija, tantas cosas, porque con una que yo te responda te satisfaré á todas; y así, quiero que sepas que ella es cristiana, y es la que ha sido la lima de nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiverio. Ella va aquí de su voluntad, tan contenta, á lo que yo imagino, de verse en este estado, como el que sale de las tinieblas á la luz, de la muerte á la vida y de la pena á la gloria.

»—¿Es verdad lo que éste dice, hija? dijo el moro.

»—Así es, respondió Zoraida.

»—¿Que, en efecto, replicó el viejo, tú eres cristiana, y la que ha puesto á tu padre en poder de sus enemigos?

»A lo cual respondió Zoraida:

»—La que es cristiana yo soy; pero no la que te ha puesto en este punto, porque nunca mi deseo se extendió á dejarte ni hacerte mal, sino á hacerme á mí bien.

»—Y ¿qué bien es el que te has hecho, hija?

»—Eso, respondió ella, pregúntaselo tú á Lela Marién; que ella te lo sabrá decir mejor que no yo.

»Apenas hubo oído esto el moro, cuando con una increíble presteza se arrojó de cabeza en la mar, donde sin ninguna duda se ahogara, si el vestido largo y embarazoso que traía no le entretuviera un poco sobre el agua.

»Dió voces Zoraida, que le sacasen; y así, acudimos luego todos, y asiéndole de la almalafa, le sacamos medio ahogado y sin sentido; de que recibió tanta pena Zoraida, que como si fuera ya muerto, hacía sobre él un tierno y doloroso llanto. Volvímosle boca abajo, volvió mucha agua, tornó en sí al cabo de dos horas, en las cuales, habiéndose trocado el viento, nos convino volver hacia tierra, y hacer fuerza